Mientras en España, La Rioja cumple su primer centenario como Denominación de Origen, en el sur extremo de Chile acaba de nacer una nueva: Chiloé. La celebración la lleva por dentro Juan Ignacio Fogliatti, el visionario que plantó, hace 25 años, las primeras 2.000 parritas en el remoto archipiélago de 40 islas entre los paralelos 41 y 43 latitud sur. Le dijeron que era imposible, pero empeño y conocimiento se han abierto camino contra viento y lluvia, y ahora, una nueva D.O. chilena da sus primeros pasos.
El inicio
Juan Ignacio (47 años) es ingeniero agrónomo de la Universidad Católica de Chile. Estudió en Santiago, la capital. Cuenta que se enamoró de Chiloé, a más de 1200 kilómetros, a los siete años. Su padre había comprado un campo en la isla más grande del archipiélago. Era una propiedad de 500 hectáreas, entre fiordos, separada del resto de Chile por el canal de Chacao. Un lugar recóndito y encantador, tanto por su geografía como por las leyendas que son parte del imaginario colectivo.
La idea de plantar viñedos en esta isla remota, conocida por sus 200 papas endémicas y por un patrimonio invaluable de iglesias y palafitos de madera, surgió cuando Juan Ignacio cursaba agronomía. Recuerda que era 1998 y tuvo la materia de agro-clima. “Dentro de las tareas nos pidieron hacer un estudio de las condiciones de un lugar, y yo lo hice de este campo. Los resultados me dieron muy parecidos a las zonas costeras de Chile central, y dije: ¡oh!. Desde ahí me quedó el bicho de hacer vinos aquí”.
Paisaje del viñedo de Clos de Guepes, el primero que sacará al mercado vinos tranquilos en Chiloé.
Plantó las primeas parritas antes de comenzar la especialidad de enología (que, por cierto nunca siguió). “Planté ante la negativa de todos. Después, en 2003, terminando mi tesis, un amigo también enólogo, Pablo Aguilera, me pasó un artículo científico sobre Nueva Zelanda. Al hacer el cálculo, me salía que este clima era igual al del límite sur de Nueva Zelandia. Ahí dije ¡esta es la prueba!”. El artículo sugería una lista de variedades. Empezó a buscar. Las encontró después de tres años. “Me vendieron 2.000 plantas de 12 variedades. Las probamos, no todas funcionaron. Entonces salí en portada en la revista El Campo con el titular: “La viña más austral de Sudamérica”. Era agosto del 2007. Veinte años después, sus vinos de Chiloé aun no salen al mercado. Los tiene, son pocos litros, pero no hay apuro.
Los vecinos
A propósito de esa nota en el diario más importante de Chile, recuerda, le contactaron, entre otras, las viñas Santa Rita (y su filial Carmen) y Montes, ambas hoy ya con espumantes en dos sectores más fríos del archipiélago. “Querían saber qué estábamos haciendo y preguntaron cómo nos estaba yendo. Pero después de cuatro años lo dejé, por temas económicos”.
Retomó el 2016, cuando se enteró de que Viña Montes estaba viendo la posibilidad de plantar en la isla de Mechuque, muy cerca donde, sin saberlo todavía, el agrónomo y enólogo padre de la biodinámica en Chile, Álvaro Espinoza, ya había plantado un pequeño viñedo en 2015 (hasta hoy sin resultados).
“Preparamos el suelo y en 2019 compramos más plantas. Finalmente plantamos riesling, gewürztraminer, chardonnay y sauvignon blanc. En plena pandemia sembramos y en 2021 volvimos a comprar, completando 6.000 plantas”. Así llegaron a la superficie del viñedo actual: una hectárea y media. Entre las 500 de la finca, una aguja en un pajar.
La orografía de la zona donde se ubica la nueva DO permite proteger el viñedo de algunas inclemencias climáticas y que la uva alcance suficiente azúcar como para dar el mínimo de alcohol exigido por la ley para el vino.
A diferencia de los dos proyectos de vinos espumantes del archipiélago, que no han logrado llegar a los 11,5 grados de alcohol que exige la ley para otorgar la calificación de vino, Juan Ignacio cuenta que en su campo, los viñedos han funcionado súper bien para tener vinos tranquilos por ser una zona menos fría.
“Estamos en un cerro más bajo que todos los otros a nuestro alrededor; por eso el viento frío pasa por arriba y el aire caliente del agua del golfo de Chacao se mantiene más tiempo de lo normal, principalmente en primavera y verano. Pero llueve igual, de norte a sur”.
Sus vinos, cuenta, dan aromas a piña y miel. “Ha sido y sigue siendo, un aprendizaje gigante. Para todos es un mundo nuevo. Estamos en el paralelo 41 Sur. La radiación es equivalente a la de Cataluña, España: muy alta, con días muy largos”. A ello suma suelos ácidos, de 4,5 a 5,2 de pH, junto a un montón de problemas a mejorar.
“Vamos a tomar ocho años en sacar los vinos al mercado. Estamos en el cuarto año, no tengo apuro. Estamos buscando la identidad. La tenemos ya, porque la viña está en un lugar único. Ahora debemos buscar la identidad en el producto mismo, en definir cuándo es el momento de cosechar, o si cosechar y dejar deshidratar. Este año estamos probando técnicas italianas de deshidratación. Los vinos se han guardado en vidrio. Antes se vinifican en tanques de acero pequeños, siempre llenos. Este 2025 hicimos 20 litros con una parte del viñedo. La otra la íbamos a dejar a fines de mayo, pero llegó la lluvia y la perdimos”.
La particularidad de su viña Lechagua, es querer ser una viña chilota que no replique nada exterior. “Nacemos desde Chiloé. Sabemos que siempre ha habido parras bajo invernaderos por aquí, y hay indicios de que hubo producción en el 1700, pero es algo que aún estamos estudiando. Mi filosofía, desde aquí, tiene bases en el paradigma español, haciendo el giño con el Valle del Itata. Porque nuestras parras están en cabeza. Al estar libres sin alambres, el viento las mueve y tienen incidencia del sol por todos lados. Eso terminó siendo un acierto técnico, porque hongo de botrytis casi no tenemos, y hemos logrado controlar el oídio”.
El principal enemigo de las uvas que logran madurar es la avispa llamada chaqueta amarilla, una plaga que llegó a la isla un par décadas atrás. Ayudar a la comunidad a erradicarlas y proteger el hábitat natural es parte de sus objetivos.
Vinos y mucho más
En su camino profesional, Juan Ignacio estudió, además de un diplomado en vinos, otro de agricultura orgánica, y siempre ha trabajado con agroecología en el predio, aunque lamenta que la viña no es totalmente libre de productos químicos. “No puedo eliminar fungicidas, pero no se aplican plaguicidas. Tenemos bandadas de pájaros que no comen uvas porque están llenas de insectos; tenemos coipos, pudúes (los ciervos más pequeños de América), y dos lagunas donde hay patos yeco, golondrinas, garzas… Nuestra filosofía es que ellos estaban primero”.
Pensando en ellos, Lechagua ya es un santuario del Bombus dahlbomii, abejorro chileno en peligro de extinción. “Encontramos plantas a las que se asocian y hemos mejorado la forma de cultivarlas para su beneficio». Fue manejando el campo de manera integrada y, pensando en otros productos que comercializar, comenzaron a criar jabalíes.
Jabatos correteando por el entorno del viñedo de Juan Ignacio Fogliatti.
“Los jabalíes, los trajimos por la carne, y después fuimos viendo que su guano era especial, porque procesa de forma diferente la comida y la entrega en 24 horas casi compostada debido a su gran carga bacteriana. Así nació un proyecto aparte, Chancho Limpio. Hacemos un servicio de reciclaje de residuos orgánicos en la isla. Los recolectamos y los animales lo procesan. Ya lo estamos desarrollando en otras partes de Chile”.
También están trabajando con la comunidad pensando en el turismo que atraerá la D.O. «En la zona hay operadores turísticos, hoteles, restaurantes… Estamos armando un grupo de trabajo. La idea es que el visitante tenga todo el día cosas qué hacer. El nuevo terminal de cruceros comenzará operaciones en la isla en unos meses. Estará a solo 400 metros de la viña», apunta.
Viña Lechagua tiene relación con el tepu (Tepualia stipularis), árbol primigenio originario de Chile y Argentina. “Genera suelo, es el invasor de los humedales. Tepú significa raíz dura y nuestra filosofía es ser parte de Chiloé como una raíz dura”.
Juan Ignacio no tiene apuro en que probemos sus vinos. Por eso, para los más impacientes, tenemos buenas noticias, a fines de año, será un vecino de Ancud, con viñedos en el mismo lado de la isla grande, quien tendrá sus vinos primeros embotellados en el mercado. Serán pinot noir, chardonnay y sauvignon blanc, bajo el know how francés de su hacedor, Denis Duveau. El nombre del proyecto se explica solo, Clos des Guepez. Guepez son avispas en francés.
La representación nacional culminó este domingo su intervención en la Copa Juan Carlos Tailhade, certamen amateur disputado en el tradicional Club Los Lagartos de Argentina, con una actuación consolidada en la cuarta y última ronda que permitió a ambos jugadores mantener posiciones de relevancia en el tablero final.
Joaquín Sandoval concluyó su participación con solvencia al registrar 72 golpes (+1) en la jornada decisiva, completando el torneo en el puesto T15 de la clasificación individual con un acumulado de +4. El jugador demostró consistencia a lo largo de las cuatro rondas, finalizando entre los veinte mejores del prestigioso evento internacional.
Por su parte, Raúl Román mostró una recuperación en su último día de competencia, firmando una tarjeta de 71 impactos (par del campo) que representó su mejor registro del torneo. Este resultado le permitió ascender al puesto T37 en la clasificación individual, con un acumulado total de +12.
En la competencia por equipos, la dupla chilena logró el octavo lugar con un score combinado de +16, ubicándose entre las diez mejores delegaciones del certamen que reunió a los más destacados golfistas amateurs del continente.
El campeonato coronó como ganador por equipos a Dinamarca, que finalizó con un acumulado de -2, mientras que en la clasificación individual el francés Noa Auch-Roy y el danés Mads Heller compartieron la cima del leaderboard con registros de -3.
La participación chilena en este tradicional torneo internacional refleja el crecimiento sostenido del golf amateur nacional, que continúa posicionándose en competencias de primer nivel en el escenario continental.
Miles de personas inundaron las calles de Santiago de Chile en una vibrante y colorida marcha para celebrar el orgullo LGBTQ+ y exigir mayor igualdad social. Ondeando banderas arcoíris y bailando al ritmo de música tecno, el evento adquirió un tono más político este año, coincidiendo con las próximas elecciones presidenciales y parlamentarias. La preocupación por el auge de la extrema derecha y su posible impacto en los derechos LGBTQ+ fue un tema central en las manifestaciones.
Tras la adjudicación del Concurso de Equipamiento Científico y Tecnológico Mayor 2025 (Fondequip), la Universidad de Chile, a través de su Facultad de Ciencias Físicas y Matemáticas (FCFM), desarrollará una plataforma científica de vanguardia que permitirá el estudio en tiempo real de los gases reactivos presentes en la atmósfera. El proyecto fortalecerá la capacidad nacional, posicionando a Chile como un referente global en investigación ambiental.
Según la Organización de las Naciones Unidas (ONU), la contaminación del aire ambiental y doméstico provoca alrededor de siete millones de muertes al año, cifra que podría incrementar en un 50 % para 2050 si no se implementan medidas de intervención efectivas. En Chile, este escenario no es diferente; en 2018, cerca de 10 millones de personas estuvieron expuestas a altas concentraciones de MP2,5, ocasionando más de 3.600 muertes prematuras, según datos del Ministerio del Medio Ambiente.
Buscando abordar este desafío, la Universidad de Chile implementará una infraestructura de última generación para el estudio del sistema atmosférico y climático, a escala local, regional y hemisférica, para contribuir a la resolución de esta problemática.
El proyecto titulado “Ionización química selectiva con espectrometría de masas para la especiación orgánica e inorgánica en ambientes atmosféricos de Chile”, será alojado en las dependencias del Departamento de Astronomía en Cerro Calán, y tendrá una inversión superior a los $909 millones de pesos, tras la adjudicación del VI Concurso Fondequip Mayor 2025 de la Agencia Nacional de Investigación y Desarrollo (ANID).
Según el académico del Departamento de Geofísica U. de Chile, investigador del Centro de Ciencia del Clima y la Resiliencia (CR2) y director del proyecto, Rodrigo Seguel, esta iniciativa surge a partir de la experiencia de un proyecto Fondequip Mediano adjudicado en 2019. “Fue la base para proponer la plataforma de medición adjudicada, considerada actualmente el estado del arte en materia de medición in situ de especies atmosféricas reactivas”, explicó, destacando que esta nueva adjudicación es “una oportunidad de consolidar a nuestro grupo de investigación a nivel global debido a que nos permitirá abordar preguntas de frontera en igualdad de condiciones con grupos de países desarrollados del hemisferio norte”.
Este proyecto será desarrollado por ocho académicos/as de la Universidad de Chile, tres académicos/as de la Universidad de Concepción, un académico/a de la Universidad Técnica Federico Santa María y un académico/a de la Universidad de O’Higgins. Asimismo, contará con el apoyo de diversos laboratorios especializados para asegurar la calidad y trazabilidad de las mediciones.
Una infraestructura de vanguardia
La infraestructura contará con un espectrómetro de masas de alta resolución con ionización química selectiva y un cromatógrafo gaseoso capaz de detectar cantidades pequeñas de contaminantes en el aire, tanto de sustancias orgánicas, como el carbono, e inorgánicas, como gases, en zonas urbanas y rurales. Además, permitirá medir los impactos de la actividad portuaria y de la descarbonización en la calidad del aire, así como otros factores que influyen en el clima en todo el país, tales como las tendencias de forzantes climáticos y gases reactivos en zonas remotas del océano Pacífico sur y la Polinesia chilena.
Con un plazo de ejecución de cuatro años, la iniciativa contemplará la calibración y el control de calidad de las mediciones, así como la generación de cifras de monitoreo en tiempo real, y la formación de capital humano especializado, mediante talleres prácticos en Santiago, Valparaíso, Concepción y Rapa Nui. Además, gracias a su política de datos abiertos, la información generada estará disponible para la comunidad científica a nivel nacional e internacional.
“Cada una de estas campañas integrará instrumentación complementaria a la Plataforma de Medición y contribuirá a un repositorio centralizado de datos, con productos avanzados derivados de mediciones primarias y modelos numéricos”, complementó el profesor Seguel.
Sobre Fondequip Mayor
El VI Concurso de Equipamiento Científico y Tecnológico Mayor busca impulsar infraestructura de gran envergadura y alcance, que albergue equipamiento científico de altos estándares para fomentar y facilitar el desarrollo de la investigación de excelencia en el país, con miras a su posicionamiento global.
En su edición 2025, la Agencia Nacional de Investigación y Desarrollo (ANID), seleccionó siete propuestas las que serán empleadas por siete instituciones, entre las que destaca la Universidad de Chile.